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El valor y el precio de la polinización como servicio ecosistémico. Impulsando el cambio

No me gusta ponerle precio a lo que la naturaleza nos da.

Lo digo claro.

Porque todo lo que ella nos ofrece —aire puro, agua, alimentos, vida— tiene un valor tan inmenso que cualquier cifra que intentemos asignarle me parece una burda simplificación.

Pero aquí estamos. En un sistema capitalista que nos obliga a hacerlo. Es la paradoja de nuestro tiempo. Y, aunque me gustaría soñar con un mundo donde bastara el respeto y la gratitud para proteger la naturaleza, sé que, hoy por hoy, ese no es el juego de la economía.

Por eso creo que no tenemos más remedio que avanzar por este camino. Ponerle precio a lo que la naturaleza nos da no es traicionar su esencia; es adaptarnos. Es –o debe ser- usar las reglas del sistema para defender lo que amamos.

A fin de cuentas, si los números sirven para conservar lo que es valioso, entonces, bienvenidos sean los números.

La apicultura como epicentro de la bioeconomía

Todo esto se hace especialmente tangible en nuestra labor como apicultores. Las abejas no solo producen miel; más que eso, son las heroínas invisibles que sostienen la biodiversidad y la productividad agrícola. Sin ellas, el mundo simplemente no funcionaría igual.

¿Y cuánto vale ese trabajo silencioso? Hoy sabemos que la polinización de los 3 millones de colmenas que tenemos en España debe generar cerca de 3.000 millones de euros al año a nuestra agricultura (generaba 2.400 millones cuando teníamos 2,5 millones de colmenas). Por cada kilo de miel que producimos, nuestras abejas aportan un valor de 46 euros en servicios de polinización. Son cifras impresionantes, que finalmente deben poner sobre la mesa la importancia de nuestra labor.

Este es ya el presente de la bioeconomía. Y proyectos como Tierras Apícolas, dentro del programa Urban Forest Innovation Lab (UFIL), pueden ser inspiración de hacia dónde debemos dirigirnos: alianzas público-privadas, innovación y nuevas formas de medir el valor de los servicios ecosistémicos. Estamos entrando en una nueva era para la apicultura.

El reto: convertir números en acción

Ahora que sabemos lo que vale lo que hacemos, el reto es aún mayor: monetizar ese valor de forma justa y sostenible. Porque, aunque la polinización tiene un impacto económico inmenso, muy poco de ese beneficio llega a nuestras manos, la de los apicultores.

Y eso tiene que cambiar.

¿Cómo podemos hacerlo? Una de las claves pasa por organizarnos. Tener una voz fuerte que pueda exigir políticas públicas favorables, educar a los agricultores sobre los beneficios de la polinización profesional y posicionar la apicultura como un actor clave en la bioeconomía.

Club La Colmena: una colmena digital de apicultores, consumidores y amantes de la apicultura y la miel.

Ahora más que nunca, necesitamos estar unidos.

Necesitamos organizarnos para defender nuestros intereses y sentarnos a la mesa donde se toman las decisiones que marcarán nuestro futuro.

El Club La Colmena nace, de manera importante, para ser una voz colectiva. Para hacer lobby. Para reclamar lo que es justo. Pero también para innovar, para aprender y para crecer juntos.

Unirte no es solo un paso hacia adelante; es una declaración de intenciones. Es decirle al mundo que las abejas importan. Que nosotros importamos. Que no somos solo guardianes de colmenas; somos pilares de la biodiversidad, de la sostenibilidad, de la vida.

Sí, ponerle precio a la naturaleza me genera dudas. Pero es el inevitable camino que debemos tomar si queremos protegerla, involucrando a instituciones, empresas, y ciudadanos en el proceso del cambio.

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